Martes, 11 de junio 2013
A falta de más armas, los síntomas siguen siendo base del diagnóstico.El manual DSM-5 No es la última palabra, pero de él depende media humanidad, no es un libro sagrado pero muchos lo consideran una biblia.
El DSM-5, así se le conoce. (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), un documento que contiene la definición y clasificación de las enfermedades mentales y aunque editado por la Asociación de Siquiatría Americana (APA), cuya versión actual comenzó a idearse en 1999 para que 14 años después viera la luz pública con toda clase de discusiones, algunas paradójicamente ‘poco cuerdas’, es de uso en muchas regiones del planeta.
Un simple recuento del texto, simplificado ahora a tres capítulos, presenta 21 trastornos que agrupan cerca de 246 enfermedades mentales, menos que otros manuales (llegó a haber 370), pero muchísimas más que las 13 condiciones mentales que se concebían hace solo cuatro o cinco décadas.
La discusión no solo es alimentada por la posibilidad de un exceso de medicalización, sino porque un diagnóstico es necesario para que los sistemas de seguridad social, reconozcan medicinas, incapacidades y tratamientos.